¿Nazis en Europa?
- Francisco Elorriaga
- 15 may 2014
- 3 Min. de lectura
¿Qué sucedería en España si un partido de ideología nazi se alzase con el poder? ¿Qué ocurriría si, además, este alzamiento contase con el apoyo de los medios de comunicación internacionales? Estas preguntas pueden parecer un completo desvarío. Una cuestión sin sentido en una época en la que los países civilizados luchas contra este tipo de ideologías fascistas. Pero, ¿Realmente lo hacen? Los acontecimientos ocurridos durante los últimos meses en Ucrania hacen que la respuesta a esta pregunta esté más abierta de lo que debería estar.
Los medios de comunicación, la Unión Europea y sobre todo Estados Unidos nos ha dibujado una revolución del pueblo contra el Gobierno tiránico y corrupto de Yanukovych. Sin embargo esto no es más que un baile de máscaras que esconde algo mucho más alarmante y peligroso. Lo que comenzó con una serie de pequeñas manifestaciones aisladas y espontáneas pronto fue convertido por la prensa internacional en una lucha contra un Gobierno maligno a ojos de una sociedad que bala al unísono. Una vez más, la prensa ha demostrado el gran poder que tiene para dirigir a la población.
Con una imagen pública global que les daba alas, el partido nacionalista ucraniano, Svoboda, instauró un nuevo Gobierno. Erigidos como portaestandartes de la libertad, este partido apoyado por Europa y EEUU ganaron la simpatía de toda una sociedad dirigida. Pero la Svoboda y su brazo armado poco tienen de aquello de lo que se nos intenta convencer. Sería incorrecto afirmar que se trata de un partido con cierta tendencia a la ideología nazi, es más correcto decir que se trata de un grupo que comparte totalmente los ideales que gobernaron el Tercer Reich.
Pero para muestra, un botón. El fundador de Svoboda, Stepan Bandera, fue el mayor aliado del régimen de Adolf Hitler en Ucrania. El partido dirigido por Oleh Tyahnybok pretende llevar a cabo una “purificación” del país. Algunos de los métodos empleados es la sistemática persecución de la población homosexual, la instauración de un orden jerárquico acompañado de toda la parafernalia militar y la toma de represalias violentas contra los opositores del nuevo partido en el poder, legalización de las armas, rearme nuclear o registro de la identidad étnica. A muchos de sus miembros incluso se les ha pillado manipulando a la población con falsas torturas y palizas recibidas a manos del anterior Gobierno ya derrocado (Dimitri Yarosh y Tatiana Chornovol). A algunos de ellos se les ha visto realizando el saludo nazi. Otra curiosidad es el slogan del partido ucraniano, “Una raza, una nación, una patria”, ¿A qué nos recuerda este lema? Esto es lo que se está apoyando desde España y el resto de Europa.
Pero ¿Qué puede ganar Estados Unidos apoyando a los sucesores de sus antiguos enemigos? Las tensiones entre Rusia y EEUU se han producido desde siempre y en esta ocasión no iba a ser menos. La Ucrania de Yanukovych rompió las negociaciones de anexión a la Unión Europea bajo las promesas de Rusia de grandes rebajas en el precio de gas. Después de esto, el Yanukovych se convirtió en un problema para Estados Unidos.
¿Qué pueden ganar los medios de comunicación transmitiendo la información de la forma en que lo están haciendo? Esta es una respuesta más difícil de responder. Cuando la información llega a la sociedad de una forma tan manipulada y seccionada es normal preguntarse a quién sirven en realidad. ¿Han dejado de ser un servicio?¿Se han convertido en una nueva arma?
“Para manipular eficazmente a la gente, es necesario hacer creer a todos que nadie les manipula”. La diferencia entre lo que se nos muestra en los medios de comunicación y lo que está sucediendo en la realidad es más que evidente. La diferencia entre las dos es salvable únicamente con el interés de aquellos que quieran conocer lo que de verdad está ocurriendo porque la información está ahí para quien quiera conocerla. No es descabellado pensar que Europa puede estar al borde de uno de los conflictos más importantes de lo que llevamos de siglo y la desinformación puede hacer que luchemos por algo en lo que en realidad no creemos.
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