Prometo prometer
- Francisco Elorriaga Ferrández
- 7 oct 2015
- 2 Min. de lectura

¡Comienza el periodo electoral! A tan solo dos meses de las elecciones generales, los grandes partidos políticos empiezan a preparar sus tenderetes para atraer al mayor número de compradores. El Partido Popular, El Partido Socialista, Ciudadanos, Podemos… todos han empezado a lavar su cara y a ofrecer una serie de promesas para captar la atención de aquellos indecisos que no saben en qué grupo invertir su voto.
El Presidente del Gobierno ya ha anunciado la bajada de impuestos que llevarían a cabo los populares sin ganasen las elecciones. Mientras tanto, Soraya Sáez de Santa María, su mano derecha, logra votos gracias a vertiginosos y apasionantes duelos de baile con Pablo Motos en Televisión ¡Todo por el voto!
Pedro Sánchez, líder socialista y flamante imagen de la renovación de su partido, ha prometido bajadas de impuestos, un fondo destinado a proporcionar una renta mínima, una sanidad universal, eliminar el Toro de la Vega… Sánchez no ha bailado -todavía-, pero se espera que en las próximas horas anuncie que, un gobierno socialista, lograría traer de vuelta a España de la Isla de Perejil, Andorra y buena parte de la América colonial.
Albert Rivera, Presidente de Ciudadanos y yerno perfecto, ha dicho que, mientras populares y socialistas se atizan mutuamente, su partido va a pensar en los españoles. Rivera dará 1.200 euros a cada persona desempleada, bajará el IRPF y continuará en su lucha contra el malvado Artur Mas y sus secuaces.
Pablo Iglesias, líder de Podemos y hombre que odia prometer, promete celebrar un referéndum en Cataluña, promete un sueldo fijo a las familias con menos recursos y promete dimitir si no cumple lo prometido. Promete de todo menos no prometer.
En campaña electoral cada voto cuenta y todo vale. Se inauguran carreteras, polideportivos, hospitales, algún que otro aeropuerto… Los políticos aparecen más en televisión y sus sonrisas son más amplias. Es el periodo en el que se visten de personas y bajan al barro a escuchar a la plebe. La hipocresía tiñe cada unos de sus discursos que, como si fuera música, entra en los oídos de unas personas que aún mantienen la esperanza de que sus líderes cumplan sus promesas. Todo por el voto…
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