¡Proteged al presidente!

El presidente del Gobierno volvió a hacer de las suyas. Mariano Rajoy, el líder menos acostumbrado a liderar de cuantos han pasado por Moncloa, ha vuelto a dar un desplante en un debate político. Le guardaron el sitio, pero Pedro Sánchez, Pablo Iglesias y Albert Rivera tuvieron que debatir ante la impertérrita presencia de un atril vacío que esperaba a quien nunca llegaría. Una agenda muy apretada y una entrevista pactada en una cadena de la competencia fueron las excusas torpemente esgrimidas por un Partido Popular que tiene auténtico –y razonable- pavor a que su dirigente hable en público.

El escenario no interesaba. La torpeza retórica del presidente habría convertido al candidato popular en una pobre víctima de los elocuentes tiburones de Podemos y Ciudadanos. La consigna es clara, hay que proteger al presidente. Hay que esconderlo y evitar que vuelva a meter la pata como ya hizo hace un mes con Alsina. Meterlo en un armario acorazado y únicamente sacarlo para entrevistas “masaje” con Bertín Osborne o para preparar su brillante futuro en el periodismo deportivo. No situar a Leo Messi entre los tres mejores jugadores del mundo ya le sitúa al nivel de los grandes periodistas deportivos de nuestro país.

Esquivó la bala de la Sexta, la de El País el pasado domingo y va a enviar a su mano derecha a recibir la del próximo debate a cuatro bandas de Atresmedia. Mariano Rajoy es muy reacio a parecer en televisión, salvo cuando la situación es grave y urge dar una “rueda de prensa”. Pero esta estrategia parece estar funcionándole al dirigente popular. Sus sonadas ausencias hacen que pierda menos votos que sus escabrosas apariciones

Alguien debió explicar al presidente en qué consistía esto de hacer política. Rajoy tiene la suerte -y nosotros la desgracia- de haber sido elegido en un país que le permite hacer estas cosas. Un país en el que el voto no castiga la cobardía de sus líderes. Dentro de unos días el Partido Popular volverá a ganar las elecciones y su adalid sacará pecho por una campaña en la que el protagonista ha sido un atril vacío.

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